En cada rincón del país, el 29 de agosto nos recuerda el valor de una profesión llamada a intervenir con responsabilidad en la vida democrática y en la defensa de los derechos fundamentales. Desde la figura de Juan Bautista Alberdi, en cuyo honor celebramos esta fecha, hasta los desafíos del presente, el ejercicio del derecho ha sido una expresión de vocación por la justicia, la legalidad y la paz social.
En esta conmemoración reafirmamos nuestra identidad institucional como comunidad académica abocada a una formación jurídica integral, con sólidos principios éticos y un firme compromiso social, orientada a quienes se preparan para desempeñarse en alguno de los tres poderes del Estado, en el ejercicio profesional liberal, en organizaciones de la sociedad civil, en la docencia o en la investigación. Sabemos que estas trayectorias no son excluyentes, pueden articularse, enriquecerse mutuamente y proyectarse hacia nuevos espacios.
Nos distingue una manera de enseñar el Derecho que se arraiga en la tradición, pero se proyecta sin miedo al porvenir. Nuestros estudiantes aprenden desde el primer día que el Derecho no es solo una técnica, sino una responsabilidad. Por eso fortalecemos la práctica profesional desde una perspectiva humana y con vocación social, entendiendo que no hay mejor aula que aquella en la que se encuentran la experiencia, la escucha y el servicio.
Vivimos el Derecho desde un enfoque trialista, que integra el plano normativo con el fáctico y el valorativo, como dimensiones inseparables del saber jurídico.
Hace poco más de un cuarto de siglo, cuando defendía mi tesis doctoral “Entropía de las normas laborales” en la Universidad de Buenos Aires, ya denunciaba la falta de articulación entre estos tres elementos fundamentales: las normas, que definen lo prescriptivo; las conductas, que evidencian lo efectivamente practicado; y los valores (principios), que otorgan sentido y legitimidad al sistema. Desde entonces, insisto en que cualquier reforma jurídica con vocación de permanencia debe encaminarse a conciliar lo que se establece, lo que se hace y lo que es justo.
Esta forma de concebir al Derecho atraviesa nuestro Plan de Estudios y se manifiesta en cada asignatura y espacio de práctica.
Formar abogados en la actualidad supone contribuir a la formación de operadores jurídicos capaces, entre otras cosas, de resguardar los principios fundamentales del orden normativo, garantizar la vigencia efectiva de los derechos y participar en la construcción de nuevos marcos jurídicos que, aun en contextos de innovación tecnológica, deben preservar la centralidad de la persona humana.
Nuestra mirada federal se trasunta en nuestro Programa “Educación y Soberanía. Estudiantes de Abogacía de La Quiaca a la Antártida”, con presencia real en toda la Argentina. Desde el altiplano del norte hasta los hielos antárticos, nuestros estudiantes -presentes en Base Marambio y en La Quiaca- encarnan un compromiso con la soberanía que no es discurso, sino vivencia y acción formativa, porque la consolidación del Estado de Derecho también se construye en los territorios periféricos, donde la presencia jurídica desempeña un papel clave para fortalecer la soberanía, promover la integración y garantizar la ciudadanía. Es allí donde la enseñanza y práctica del Derecho adquieren una especial significación al inscribirse en la transmisión de conocimientos y en la afirmación concreta de los principios republicanos en contextos históricamente relegados.
Celebramos este día reafirmando nuestro compromiso con una formación jurídica profunda y transformadora. Que el orgullo por nuestra Universidad surja de su propuesta académica y de los valores que encarna y proyecta. Porque aquí, el Derecho se enseña con convicción trialista y con el fin de garantizar la justicia, fortalecer las instituciones y formar una ciudadanía crítica, solidaria y comprometida.
Paula Sardegna
Decana de la Facultad de Ciencias Jurídicas
Universidad Argentina John F. Kennedy